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Alejandra Pizarnik, tempestad hecha poema

Juniane Joani
Cruz Espíritu
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Estudiante de Ingeniería

Ambiental.

19 mayo 2020

“Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea.

Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel suave y tierno corazón guerrero”.

[Soy mujer, Pizarnik]

Si se habla de poesía, es probable que Vallejo, Neruda o Bécquer aparezcan en la memoria de la mayoría de personas por lo que es que es algo complicado recordar a las representantes femeninas cuando no se habla mucho de ellas, al menos no con el mismo énfasis con el que se habla de los escritores antes mencionados. Dentro de esta innumerable y poco conocida lista de poetisas destaca Alejandra Pizarnik, contraria a los estereotipos de la época en la que vivió, se abrió camino en un mundo dominado por hombres e impuso su poesía tan intensa y apasionada como ella sola ante el mundo.

Alejandra Pizarnik y no Pozharnik, apellido que se perdió cuando sus padres decidieron huir de Rusia hacia Argentina al igual que miles de judíos escapaban de la violencia nazi. nació el 29 de abril de 1936 en Argentina. Con una infancia ciertamente complicada, lidió con las burlas hacia un marcado acento europeo, tartamudeo, problemas de acné y una tendencia a subir de peso, situaciones que mermaron su autoestima y fueron punto de inicio para sus marcados problemas.

Inició sus estudios superiores en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires aún sin tener muchos planes a futuro para luego cambiarse a Periodismo y finalmente, sin terminar ninguna de ellas, anotarse al taller de pintura de Juan Battle Planas, famoso pintor surrealista argentino.

En la década del 60, Alejandra parte rumbo a París, en donde trabaja como escritora para la revista “Cuadernos”, es aquí donde conoce a Julio Cortázar, famoso escritor que se volvería uno de sus amigos más cercanos y que estaría con ella por medio de cartas en sus momentos más críticos.

Pizarnik, inspirada por la pintura surrealista, decidió llevar esta corriente también a sus poemas, la vehemencia y rebeldía de su carácter se ven impregnados en diversas obras tales como: La tierra más ajena (1955), La última inocencia (1956), Las aventuras perdidas (1958), Árbol de Diana (1962), Extracción de la piedra de locura (1968), El infierno musical (1971), La condesa sangrienta (1971).

Sus obras póstumas publicadas en gran parte por la familia Cortázar resaltan por su contenido inédito que expresa todo el sentir de Pizarnik, entre ellas tenemos: Obras completas (2000), Poesía completa (2000), Prosa completa (2002), Diarios (2003).

 

Cuando la tormenta desencadena el arte

    Yo soy...

mis alas?
dos pétalos podridos

mi razón?
copitas de vino agrio

mi vida?
vacío bien pensado

mi cuerpo?
un tajo en la silla

mi vaivén?
un gong infantil

mi rostro?
un cero disimulado

mis ojos?

ah! trozos de infinito

 

[Yo soy…, Pizarnik]

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Pizarnik siempre tuvo al arte -principalmente a la poesía- como medio de escape ante su enigmática mente. Es así que inicia con la escritura a los 15 años, publicando algunos poemarios, pero es con el Árbol de Diana (1962) donde encuentra su expresión más íntima y empieza a desarrollar sus poemas con los sentimientos más personales, llenando los vacíos de su alma con esto. Pero los poemas y la literatura no pudieron mermar sus tormentos, ni ocultar su angustia.

Encontrándose desesperada acude a las anfetaminas y barbitúricos que desencadenarían su adicción, lo cual plasmó su dolor en sus desgarradores poemas. El futuro no le sonreiría a Alejandra y cuando pensaba que no podía caer más profundo su padre fallece, dejándole un completo agujero en el corazón. Sus poemas empiezan a tener como tema principal a la muerte. El siguiente poema retrata muy bien esos sentimientos.

 “(…) Pronto nos iremos

Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.

¿Qué haré conmigo?

Porque a Ti te debo lo que soy

Pero no tengo mañana

Porque a Ti te…

La noche sufre”. 

 

[Cenizas, Pizarnik].

 

Las crisis depresivas fueron en aumento, sumado a la ansiedad y a varios intentos de suicidio que la llevaron a ser internada en un hospital psiquiátrico al perder la estabilidad por completo, al quebrarse la poca fuerza que le quedaba. Alejandra lanzaba un grito de auxilio desesperado a través de sus poemas, a través de sus cartas. Aquí algunas muestras de la desesperación de Alejandra.

 

“Julio, fui tan abajo. Pero no hay fondo.

Julio, creo que no tolero más las perras palabras. La locura, la muerte. Nadja no escribe. Don Quijote, tampoco.

(…)

Me excedí, supongo. Y he perdido, viejo amigo de tu vieja Alejandra que tiene miedo de todo salvo (ahora, ¡Oh, Julio!) de la locura y de la muerte.

(Hace dos meses que estoy en el hospital. Excesos y luego intento de suicidio -que fracasó, hélas).

 

[Carta de Pizarnik a Cortázar]

 

Aislada de sus familiares, Alejandra tuvo siempre presente a su gran amigo Cortázar y él solo trataba de salvarla.

 

“(…) Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya (…)”.

 

[Carta de Cortázar a Pizarnik]

 

Lamentablemente esta carta que pedía con insistencia Cortázar, nunca llegó.

 

El 25 de setiembre de 1972 -aprovechando un permiso de salida del psiquiátrico donde se encontraba- Alejandra, la última poetisa maldita, con solo 36 años, decide escapar por siempre de todo el suplicio de su alma con una sobredosis de barbitúricos. Dejando el tormento, dejando una tempestad hecha poema.

 

Golpean con soles

Nada se acopla con nada aquí

Y de tanto animal muerto en el cementerio de huesos filosos de mi memoria

Y de tantas monjas como cuervos que se precipitan a hurgar entre mis piernas

La cantidad de fragmentos me desgarra

Impuro diálogo

Un proyectarse desesperado de la materia verbal

Liberada a sí misma

Naufragando en sí misma

 

[El infierno musical, Pizarnik]

Bibliografía:

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